"El la historia de América Latina, el concepto de conquista
sigue presente en el inconsciente colectivo de nuestros pueblos. Los libros de
historia de nuestro vasto continente registran escenas incendiarias de la
cristianización católico-romana del maya, el guaraní, el jíbaro, el inca y el azteca. Sin embargo, los
seguidores de Jesús continuamos usando ese lenguaje. Un lenguaje que sin
discusión, en la Biblia es parte del vocabulario del Antigua Testamento, pero
no está en el Nuevo ni en el de Jesús, y no me refiero a las palabras sino a
conceptos.
El mejor líder de la historia no habló de conquistar, pero
sí de servir, y su influencia, a través de veinte siglos de historia humana nos
sigue susurrando al oído que debemos abandonar esa conceptualización del
liderazgo. Nadie quiere ser conquistado, pero todos quieren ser servidos, y esa
es la puerta abierta a la relevancia y la influencia.
Si liderazgo es sinónimo de influencia, el liderazgo
cristiano tiene que ver con ejercitar la influencia de Cristo y no la de
nosotros en la vida de otra persona, y la clave es no intentar conquistarlos
sino servirlos.
Lo
que sucede es que una influencia que está enraizada en el servicio y no en la
posición nace básicamente de un corazón humilde. Allí comienza todo, porque
Jesús precisamente lo deja todo para venir a servir".